Sufro luego Amo

Y seguimos hablando de amor. Siempre suelo escribir aquello con lo que más me encuentro en mis sesiones, aquello que me parece importante mencionar aquí que llega a tanta gente para que, de alguna manera, se reflexione sobre ello.

Hay un patrón muy común de persona (sobre todo mujeres, no voy a mentir) que viene a mí porque está metida en una relación que le está haciendo sufrir sobremanera. ¿Os suena, verdad? Más común de lo que quisiéramos hoy en día. Vienen con un discurso muy parecido todas, del tipo «yo lo estoy dando todo y él no pone de su parte» o lo peor de todo » sufro y sufro y sufro pero no puedo dejarlo porque le quiero». Vienen con la esperanza de que las saquemos de ahí, de ese pozo sin fondo donde a cada segundo se hace más profundo sin remedio. No es mi intención aquí describir terapias ni meterme en el tratamiento que llevamos a cabo con ellas -si lo deseáis sólo tenéis que decírmelo-, el motivo de hablar de ello es entender de dónde viene muchas veces tal enganche y que lo tengamos en cuenta como decía para aprender un poquito más acerca de ello.

Para ello voy a hablaros del amor romántico y la visión que tiene una filósofa que admiro que es Montse Barderi, con la cual comparto la forma de entender el amor en pareja.

Para comenzar no es casual ni inocente que sean precisamente las mujeres las que se enganchan más a este tipo de relaciones destructivas, ya que nuestra forma de vivirlo a lo largo de la historia ha sido muy diferente a la de los hombres. El amor romántico no es inherente al ser humano sino una construcción histórica. Siempre hemos amado, por supuesto, pero a lo largo del tiempo la forma de amar ha ido modificándose. En la edad media, con el amor cortés medieval surge este tipo de amor romántico donde necesitaban entregarse totalmente a la otra persona, hacer de la otra persona el eje principal de su existencia, vivir de manera bipolar, o extremadamente feliz o extremadamente desgraciada, el otro está antes que tú mismo, ver el sacrificio, el perdón y la incondicionalidad como pruebas de amor, como lo amas no amarás nunca más, no puedes imaginar un dolor mayor que el del fin de la relación, vigilando activamente -y con mucho miedo- cualquier disminución de su interés hacia ti, y no esperas reciprocidad ni gratitud alguna, sientes que has llegado a la unión definitiva de tu vida.

Todo ello está unido a que ¡creemos que amamos libremente! (Que nuestros sentimientos no están influidos por factores sociales ni culturales, que sólo depende de nuestra voluntad y conciencia).

Existen otras verdades incuestionables: Que existe mi media naranja, la pareja predestinada, la única elección posible. Esto conlleva un nivel de exigencia demasiado alto, ya que ¡él es el elegido! y hay que dárselo todo, por un lado, por otro, una tolerancia excesiva, también se lo tienes que perdonar todo porque de nuevo, es el elegido.

Además: El amor todo lo puede, resuelve todos los problemas. Nada más lejos de la realidad, veo cada día parejas que a pesar de quererse mucho, se ven abocados a tener que dejar una relación que les está destruyendo.

Puedes y tienes derecho a creer en esta forma de amar, pero hay que entender que no es la única forma de amor posible, existen otras, no hay una única forma verdadera. PERO, cualquiera que sea, amar nunca debe colocarte en una situación de inferioridad, la necesidad de someterte. Detecta, si tienes relacionado el AMOR con DOLOR, o mejor dicho, AMOR con DOLOR es igual a AMOR DE VERDAD.

Si asocias amor con dolor, con que te dominen, te traten con indiferencia, te hagan sentir el abandono, llegarás a establecer que sólo el mejor amor, el que vale la pena vivir, el que es inmenso y grande, es aquél que te hace sufrir, podrías concluir que sufro, luego amo.