Normalmente, cuando hablamos de la sexualidad en relación a la llegada de un bebé, siempre nos solemos poner en el lugar de la madre para explicar los cambios que se producen a nivel tanto físico, como afectivo y sexual. Es muy importante para la sexualidad estos cambios femeninos, ya que la primera que lo sufre en sus carnes es ella –esto hay que aceptarlo- y habrá que respetar el proceso que cada una necesite para recuperarse, que es muy diferente de unas a otras. Sin embargo, si queremos que esta recuperación íntima se produzca de la mejor manera posible –y sana- tenemos que atender también al proceso que vive el hombre dentro de este huracán emocional que es la llegada de un hijo. Me centro sobre todo en algo que me encuentro en ocasiones y deseo compartir.
Muchas veces dicen: Las mujeres dejan de desear a sus maridos porque la relación con el bebé “las llena”. Convirtiendo a las mueres en responsables absolutas, y por qué no decirlo, como reclamo para las revistas que escriben sobre soluciones para ellas, que las compran. Luego encontramos a los hombres, que dicen: “Nuestra relación no funciona porque la sexualidad no funciona, si lo hiciéramos con más frecuencia, sería más cariñoso con ella”, a lo que ella responde” ¿Cómo va a apetecerme hacer el amor si no eres cariñoso conmigo?” luego me mira a mí y me dice: si no me habla en todo el día, ¡no puede pretender de repente que me apetezca! Y no le falta razón. Entonces, ¿Qué ocurre? No es justo dejarlo sólo en manos femeninas, el hombre tiene un papel muy relevante en esa pérdida de deseo. Aquí no puedo evitar acordarme de esa escena tan buena de Una terapia peligrosa con Robert De Niro y Billy Crystal:
Una Terapia Peligrosa (Vídeo)
Y es que esta escena refleja perfectamente algo que ocurre, con el nacimiento, la mujer se convierte en madre, y para algunos hombres –o culturas- se produce una confusión –inconsciente- entre lo sagrado y lo desagradable. Si, está claro que es cultural, de hecho son las mismas madres las que muchas veces transmiten estas ideas de “es normal que si no tienes sexo tienes que buscarlo en otra parte, es tu naturaleza”, y los niños respetan a sus madres porque son sagradas, así que desarrollan un cierto temor ante el misterio femenino. Como dice Bernad Geberowicz “Muchas de las dificultades de la sexualidad de las parejas tienen su origen en el espacio que existe entre el exceso de respeto y el exceso de temores”. Luego no es sorprendente que lleguen a padecer trastornos de la erección o eyaculación precoz en ciertos casos, lo que puede empeorar a su vez la autoestima de la nueva madre.
El trabajo terapéutico tiene que girar en torno a que la pareja se reencuentre como amantes, no como padres (fuera el llamarse el uno al otro «papi» y «mami») para emprender juntos el camino de la mano, junto a su niño.