En las últimas décadas, los especialistas hemos hecho especial incidencia en la importancia de la sexualidad en la salud personal, física y mental de las personas, y en la necesidad de disfrutar de ella de manera placentera y saludable para alcanzar un bienestar y una salud integral. La salud sexual es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual, por medios que sean positivamente enriquecedores, que potencien la personalidad, la comunicación y el amor. Mi trabajo en sexología se centra básicamente en desarrollar estos aspectos para solucionar las dificultades que puedan aparecer a lo largo de nuestra vida individual y de pareja, además de abrir nuevos caminos para aprender a disfrutar muchísimo más
En la orientación y terapia sexual se trabaja fundamentalmente con las actitudes:
– A nivel cognitivo: aportando a la persona conocimientos científicos sobre sexualidad de los que no disponga, analizando críticamente prejuicios culturales que influyen sobre nuestro comportamiento sexual (en ocasiones dificultándonos su disfrute)
– A nivel afectivo: aportando igualmente conocimientos científicos sobre los afectos, y trabajando de manera especial sobre aquellos negativos (miedo, vergüenza, culpa) que están influyendo negativamente en el desarrollo personal y sexual de la persona, para tratar de sustituirlos por afectos positivos.
– A nivel conductual: se establecen una serie de ejercicios adecuados para el tipo de disfunción a través de actividades prácticas que permitan aprender comportamientos eróticos sanos y placenteros.
La terapia sexual siempre va acompañada de terapia de pareja (en caso de tenerla) en la medida en que la problemática lo requiera, ya que todo aquello que tiene que ver con la sexualidad en la pareja afecta a la relación y viceversa. Una pareja se compone de dos personas, e igual de importante es la parte afectada como el compañero/a que comparte dicho problema, el cual recibe la misma atención psicológica individual.
Sin embargo, nos cuesta dar el paso: según la Asociación Española de Salud Sexual, los españoles tardamos una media de cinco años en reconocer que nos pasa algo y pedir ayuda. Un malgasto de tiempo que pasa factura: cuanto más se tarda, más cuesta resolver la situación, ya que hay más cúmulo de frustración, ansiedad y/o culpa. Para colmo, a veces, puede suponer un peligro para la salud: los médicos advierten que las dificultades de erección pueden indicar, por ejemplo, la existencia de riesgo cardiovascular o de diabetes (son como centinelas). Moraleja: ¡hay que coger al toro por los cuernos y cuanto antes mejor! Fijémonos en los británicos: sólo tardan entre cuatro meses y un año en pedir cita con el especialista. Ya ves, ¡no sólo hemos de aprender su inglés! (Fragmento del libro “Deseo“de Sylvia de Béjar, donde participo junto a otros profesionales para tratar el tema del deseo sexual femenino).