Todos sin excepción nos hemos sentido culpables alguna vez en la vida. Es un sentimiento muy amargo, paralizante y yo añado COMPLETAMENTE INÚTIL. Quizás podamos pensar que nos hace falta sentirnos así para darnos cuenta de que hemos hecho algo mal, como un mecanismo de “autocastigo moral” que nos ayuda a ser mejores personas. Pero nada más lejos de la realidad, la culpa está a años luz de hacer que nos sintamos mejor, de hecho, nos vuelve hacia el pasado una y otra vez inmovilizándonos y robándonos la vida presente. No por sentirnos más culpables vamos a “redimirnos” de lo acontecido ni va a mejorar la situación, de hecho caemos en un bucle de pensamientos distorsionados con forma de “ podría haber hecho y no hice”, “ si no hubiera hecho esto o aquello..” que nos deja agotados psicológicamente y llenos de impotencia, rabia y tristeza.
¿De dónde viene la culpa?
Hay dos clases de culpa:
– La que nos enseñaron de pequeños: “No te voy a querer si…” “Deberías sentirte avergonzado por lo que has hecho” (Como si eso ayudara). Mucha de esta culpa la vamos arrastrando de adultos sobre todo cuando nos enfrentamos a figuras de autoridad o personas de las que queremos conseguir su apoyo, incluso cuando nuestros esfuerzos fracasan. Muchos padres manipulan a sus hijos con este sentimiento y luego estas reacciones se repiten con las parejas sentimentales.
– La culpa autoimpuesta. Nos sentimos mal cuando incumplimos una norma moral propia –que nos han enseñado o no-. Debido a que intentamos vivir a la altura de estas normas autoimpuestas (que además muchas veces ni siquiera nos cuestionamos), cuando erramos como humanos que somos, surge el dolor y la frustración junto con los pensamientos “Cómo he podido..” “soy mala persona..” y así hasta el infinito.
¿Qué hacer?
Os voy a dar una primicia: el hecho de sentirnos culpables y lamentarnos hasta la flagelación más hiriente no va a cambiar lo que pasó. Hubieras deseado que las cosas fueran de otra manera, si. Lo primero que podemos hacer en lugar de caer en pensamientos destructivos es enfrentarnos a todo aquello que nos produce culpa y pensar de dónde viene la nuestra, ya que donde vivimos se lleva mucho eso de tener que sentirse mal por disfrutar, por ser feliz, por ser guapo/a, por triunfar, por gustarte el sexo..vamos, ese pensamiento puritano y represor tan nuestro. En segundo lugar emplear toda esa energía que derrochamos en pensamientos incapacitantes en ideas mucho más productivas: “Soy consciente de que me he equivocado, soy humano. Lo asumo y lo tengo en cuenta para la próxima vez”.
Y COMO QUIERO ESTAR SANO MENTALMENTE:
No puedo modificar el pasado. Por lo tanto ¿Qué puedo hacer “en este momento” presente?
Elimino los pensamientos: “Si hubiera…” ó “Yo debería haber…”
La culpa es una ELECCIÓN, y como todas las emociones autoanulantes, DECIDO VIVIR SIN ELLA.