Terapia de Pareja (II) El proceso Terapéutico

Si en la entrada anterior veíamos aquello que podemos -y no podemos- esperar de la terapia de pareja, ahora veremos cómo es el proceso terapéutico. Cada terapeuta viene de una escuela, una orientación diferente. Cada uno trabaja a su manera, tiene su propio estilo y su propia técnica, por eso es importante dar con aquella persona que encaje con la pareja, y en ocasiones no se consigue a la primera. Porque algo que garantiza el éxito de la terapia, entre otras cosas, es sentirse cómodo con el terapeuta, tener confianza y poder establecer un vínculo de respeto donde ambos se sientan a gusto. Yo siempre les digo a mis pacientes que la consulta tiene que ser para ellos un lugar donde sentirse seguros, ser ellos mismos para conectar con sus emociones y su mundo interior. Si nos damos cuenta de este detalle, es el modelo a seguir para la propia relación de pareja, es decir, la relación siempre debe ser un lugar seguro para ambos, donde poder sentirse libres de poder ser ellos mismos, sin miedo, sin culpa, y sin todo aquello que es lesivo para la relación. Por lo que mi trabajo en este sentido se basa en establecer este modelo para ellos, a través del proceso terapéutico. La seguridad como un aspecto de vital relevancia para construir un «nosotros», basado en el modelo de apego con el que trabajo.

En la primera sesión nos conocemos, observo el funcionamiento de su relación, obtengo datos importantes de su historia de amor, los observo a ellos. Es importante ver de qué hablan y cómo lo hacen, si hay afecto, rabia o dolor, reproches, etc. O si por el contrario se miran, se ofrecen atención y cuidado y si se escuchan. Todo esto nos brinda una información muy valiosa acerca de sus recursos, y comienzo a realizar mis hipótesis. Es importante en esta sesión establecer el encuadre, cada cuanto nos vamos a ver, horarios de atención y vías de atención, honorarios, etc, todo ello básico para asentar las bases de nuestra relación, que como en cualquier relación tiene límites. De nuevo vemos la relación con el terapeuta como un modelo de relación sano, donde tiene que primar el respeto  y dichos límites. Podríamos llamar a estas primeras sesiones el proceso de evaluación, donde también de alguna manera se interviene, de hecho, se interviene desde el primer segundo de nuestro encuentro, ya sea presencial o telefónico.

En esta primera sesión y posteriores, hay que trabajar con las dos personas de forma que la terapia de pareja sea un proceso que genere confianza en que el cambio es posible, y hay que decir que la fuerte inestabilidad emocional  que traen a sesión convierte esta tarea en todo un reto. Muchas veces cada miembro de la pareja alberga una serie distinta (y a veces opuesta) de miedos y esperanzas, al mismo tiempo que tienen un gran deseo de ser escuchadas y comprendidas. Virginia Satir, una de las grandes pioneras de la terapia de familia y uno de mis modelos terapéuticos, utilizaba la imagen de un cuadro que le llamara la atención en una galería de arte. No asignaba el cuadro a una categoría, ni a una escuela o tradición a la que pertenecía el autor, aunque estas preguntas pudieran ser importantes más adelante. Lo que le interesaba era la impresión singular que el cuadro le producía, cómo le hablaba, qué sentimientos le despertaba la contemplarlo. Es por lo que la apreciación y no el diagnóstico constituye para mí la esencia de la evaluación. Es muy fácil perderse en intentar desde el principio categorizar su problema, en un contenido confuso dentro de cada mundo y decidir qué hacer de manera urgente -propio de los principiantes inexpertos- y que el terapeuta no logre apreciar la exclusividad de la experiencia que se oculta detrás de la historia de pareja. Este interés que tengo por la apreciación del cuadro, me permite centrarme en la implicación con la pareja, escuchar su historia y desear comprender su experiencia. Aquí construyo el «espacio terapéutico» necesario para que las dos personas puedan empezar a sentirse lo bastante seguras para escucharse mutuamente, explorar la propia experiencia y la del otro y asumir riesgos y plantearse la relación de otra manera.

Por supuesto, después de cada sesión, y no sólo en la sesión, continúa mi trabajo con ellos. Trabajo en mis reflexiones, análisis, categorización e hipótesis. Una vez dibujada una imagen general de la pareja , nos centramos con más detalle en aquellos aspectos que parezcan más importantes para entender la relación en ese momento, para ello se mantienen sesiones individuales con cada uno de ellos para bucear en sus experiencias personales con el tiempo adecuado para poder brindar una atención exclusiva. En ocasiones no hay entrevistas individuales, o existe un rechazo por parte de la pareja a realizarlas, todo ello también se avalúa en la sesión, cada caso es diferente y puede variar la manera de hacerlo, pero al final, todos los caminos llevan a Roma.