Cuando nos enamoramos experimentamos una sensación maravillosa que cambia por completo nuestra visión del mundo, el cual nos parece más perfecto y mágico que nunca. Es cierto que estamos como trastornados, nuestra mente está pasando por un estado de “enajenación” fascinante y nos resistimos a creer que en algún momento esa sensación puede desaparecer, aunque sepamos racionalmente que es cuestión de tiempo. Es precisamente ese tiempo el único capaz de hacernos volver a la realidad, transformando ese amor profundo en frustración cuando empiezan a hacer acto de presencia los desencuentros entre la pareja, sobre todo aquellos que no esperamos cuando fantaseamos con que todo es perfecto.
¿Qué es lo que ocurre para pasar de un extremo al otro? Ese amor transformado en desilusión y desesperanza es demoledor para las personas que lo sufren, las cuales llegan incluso a plantearse –y sentirse muy culpables por ello- el por qué elegirían a esa persona como pareja. Y es que cuando comenzamos una relación lo hacemos desde el corazón, no pensamos en que algo pueda ir mal en el futuro –ni falta que hace-, pero al mismo tiempo también ignoramos cómo somos nosotros mismos, qué cosas nos unen y qué nos separa, en qué nos parecemos y en qué nos diferenciamos como hombres y mujeres, lo que puede llevarnos al desconcierto y a la desilusión progresiva que acompaña unas expectativas quizá demasiado altas e irreales. Los motivos de empezar a “dudar” son tan diversos como las personas. Un comentario, un gesto, una conducta en la que no nos habíamos fijado otras veces de repente tiene más importancia que nunca y empezamos a cuestionarnos poco a poco aquellas cosas que antes eran habituales. En la consulta, cuando hablamos de este hecho comentan que “lo que antes me parecía gracioso ahora me molesta, un día me di cuenta de que algo había cambiado”. Cuando el desamor aparece –al menos por una de las partes- alargar el sufrimiento es innecesario y mucho más doloroso, si se ha acabado, no hay que darle más vueltas.
No todas las parejas que llegan a este punto acaban en fracaso -¡menos mal!- Ciertas dudas, temores e inseguridades son normales, ya que el amor en ocasiones nos hace muy vulnerables, sin embargo afrontar las crisis con optimismo y seguridad nos ayuda a ser más objetivos y ver con mayor claridad los hechos, entender nuestras reacciones y obtener las claves del “por qué”, sobre todo cuando todavía ambos sienten que quieren seguir la relación y ese sentimiento es más fuerte que las dificultades. Entender qué es el amor, el enamoramiento, la pasión, el cariño y la afectividad nos ayudará a comprendernos a nosotros mismos y a nuestro compañero/a, sobre todo a no desilusionarnos cuando no sentimos lo que “se supone” que tenemos que sentir porque así nos han educado o lo hemos visto en otros. Las personas, las parejas y las emociones evolucionan de forma muy distinta y tenemos que aprender a escuchar lo que nos pasa por dentro, entender por qué estamos bien cuando nos sentimos bien y por qué nos encontramos mal, ya que todo esto son señales llenas de información que no podemos ignorar si deseamos tener una buena relación amorosa e íntima con otra persona, sincera y plena.
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