Entrenando los sentidos: El tacto y cómo potenciarlo

Aldara Martos, el tacto

Una persona de tamaño medio dispone de una extensión de piel cercana a los dos metros cuadrados, que muchas veces sólo sirven para atraer a la persona deseada con el fin de llegar a la penetración, perdiéndose en el camino millones de sensaciones únicas y personales que nos permitirían llegar a unos niveles máximos de excitación.

Aunque existen algunas áreas de la piel particularmente sensibles que denominamos erógenas (las mencionamos enseguida), nuestras terminales sensoriales táctiles están distribuidas por todo el cuerpo. Esto significa que otras partes -que quizás ahora no conozcamos- pueden resultar altamente eróticas por lo que mejor aventurarnos a explorar cada rincón de nuestra anatomía para descubrir nuestro mapa erógeno exclusivo, que puede ir cambiando y evolucionando con el tiempo y la experiencia. Cualquier edad es buena para el aprendizaje sexual y siempre es posible descubrir nuevas zonas de placer. Y si indagamos en pareja, estaremos propiciando el juego, el deseo y la comunicación, y esa conexión emocional ayudará a fortalecer nuestro vínculo, además de hacernos disfrutar al máximo.

Uno de los objetivos cuando una pareja acude a terapia sexual es que aprenda a dar y recibir caricias y entienda que hacerlo no solo es un placer para el receptor, sino que el dador puede (aprender a) gozar percibiendo como el cuerpo del otro y el suyo propio responden. De hecho, es fundamental entender que las caricias son primordiales para la excitación erótica femenina, ya que la mujer es más sensible al tacto por tener la piel más fina y con más sensores que captan el dolor, la temperatura y el peso.

Entre las zonas erógenas por excelencia se encuentran la boca, orejas –suelen ser más sensibles en los hombres-, cuello, pechos –más en las mujeres-, ingles, muslos -zona interna por ser la piel más suave-, nalgas y genitales. Además, hay otras partes de nuestro cuerpo que al ser acariciadas o masajeadas pueden producirnos un gran placer: el cuero cabelludo, el pelo, los brazos, piernas y/o pies, cuya estimulación con la lengua puede resultar un auténtico deleite siempre y cuando evitemos las cosquillas.

Otra forma de descubrir nuevas sensaciones o simplemente gozar en pareja es el masaje erótico. Se trata de explorar, poco a poco, a la otra persona mientras nos damos cuenta de cuáles son sus reacciones y preferencias. A veces, los terapeutas nos encontramos con parejas que pese a llevar décadas viviendo juntas, no conocen sus cuerpos -ni el propio ni el del otro- y no tienen demasiado claras sus zonas erógenas. Son consecuencias de un erotismo muy poco cultivado.

Por si quieres potenciar tu sentido táctil, te proponemos estos ejercicios que pretenden ayudarte a descubrir nuevas sensaciones.
– Busca algunos objetos con diferentes texturas: ropa, frutas, objetos…
– Cierra tus ojos o tápalos con un pañuelo, venda o antifaz.
– Si lo haces en pareja, deja que te vaya dando los objetos, uno a uno, para que puedas tocarlos y sentir las diferencias. Si lo haces sola/o, déjalos delante tuyo de forma que puedas cogerlos sin mirar.
– Si aparecen sensaciones o pensamientos distractores, deja que se marchen y vuelve a centrar tu atención en lo que estás tocando.
– Si tienes compañía, pídele que te dé sus manos y explóralas.
– Ahora, deja que te acaricie diferentes partes de tu cuerpo (pelo, cabeza,  espalda, piernas…) mientras centras tu atención en las sensaciones que te producen sus caricias.
– Si aparecen sensaciones o pensamientos distractores, ya sabes, simplemente deja que se marchen y vuelve a centrar la atención en lo que sientes.

 

Publicado en: www.sylviadebejar.com